Hoy en día San Pedro
de Atacama está tomado por mochileros, viajeros, hippies, turistas algo snob y
moteros colgados como yo y cuenta con una razonable oferta hotelera (cara de
cojones por lo que ofrecen, también hay que decirlo) aunque no siempre fue este
solaz de paz y misticismo. Hubo un tiempo donde vivir aquí era mucho más duro y
extremo. Sin agua casi, con unos vientos huracanados y con temperaturas
extremas entre el día y la noche, los volcanes les recordaron durante milenios
a los lugareños que la Pachamama es quien manda aquí y que nosotros éramos
simples convidados de carne.
Esto fue algo que el
padre Le Paige supo ver hace décadas. Este explorador olvidado fue un jesuita
belga que dedicó 25 años, hasta su muerte en 1980, a estudiar la historia y
cultura atacameña. Él entendió que esta tierra significa una conquista enorme
del ser humano, un lugar donde hombre y naturaleza tenían que entenderse por
narices.
estatua de Le Paige frente al museo |
nada racista Tintín, qué va! |
Fue un hombre tenaz,
cabezón y enormemente humanitario. A la vez que subía a la cima helada de los
volcanes buscando enterramientos incas construía escuelas y consultorios
médicos. Descubrió docenas de momias heladas, piezas de piedra, madera,
cerámica, recreando la cronología de los atacameños desde la Edad de Piedra hasta
la Conquista, y se ganó la ciudadanía chilena por méritos propios. Sus hallazgos
arqueológicos fueron numerosísimos, tanto que fundó el museo arqueológico
atacameño allá por el 57 y hoy en día cuenta con una colección de piezas
deliciosa.
La sala del estudio donde trabajaba a destajo en el museo |
También contiene muchas momias congeladas que han sido retiradas de
la exhibición por respeto a los pueblos indígenas, lo cual me parece perfecto.
Al museo y sus inmediaciones le podéis dedicar tranquilamente una mañana entera. Me llamó poderosamente la atención (homenaje a la Rosa de los Vientos de Onda Cero!) la cantidad de tablitas y canutos que tenían expuestos y que eran usados por los indígenas para meterse cositas por la tocha y entrar en el mundo espiritual…en algunas cosas hemos cambiado poco.
todo por la napia, snif, snif, todo por la nariz |
Es flipante estar
frente a un poncho con figuras de Tiwanaco, la mítica cultura del Titicaca boliviano
que dominó estas tierras unos siglos antes que los Incas. Yo no sé a vosotros
pero a mí estas cosas hacen que valga la pena cualquier esfuerzo. El museo
es una perla, un oasis dentro de otro oasis. Contemplaréis la historia
atacameña desde la prehistoria hasta la llegada del tío Sam, pasando por las
protociudades y…joder, el Tiwanaco!!! Esnifaréis cositas con los chamanes incas
mirando al Sol y haréis sacrificios horribles con cuchillos de sílex más
horribles todavía.
A la salida del
museo tuvimos la suerte de encontrarnos una comparsa religiosa llamada “de los
osos”. Estuvieron durante horas bailando una cancioncilla pegadiza hasta que
llegaron a la iglesia principal. No entendí muy bien el rollo, lo cual no me
impidió que terminase bailando la musiquilla con ellos e hiciese unas fotos
chulas.
Fue todo muy andino, con la chavalada usando bombines de charol y
la peña con pañuelos de colorines. Dentro vídeo!