viernes, 27 de abril de 2012

Despelotándonos un poco a través de Miquel Silvestre



A estas alturas del campeonato ya os habréis percatado de que soy un pajillero mental, no sólo desde los 13 años, esto ya me viene de muy lejos. Os lo digo porque ayer leí un artículo donde mi Jefe, Miquel Silvestre, se despelotaba al preguntarnos si damos la vuelta al mundo para impresionar o para aprender.


Ahora me toca a mi desnudarme un rato posteando algo que escribí en mi cuaderno de viaje y que normalmente no le muestro a nadie, se trata de lo que anoté estando en España con la escayola recuperándome de la hostia que me pulverizó el tobillo y la pierna mientras devoraba su libro Un Millón de Piedras.

“Resulta elocuente la narrativa de Miquel. Seguro que a mi hermano le encanta el tono ácido, ilustrado, corrosivo, hiperrealista y cínico que emplea. Lo juzga todo y  no tiene mucha compasión con los blancos/ricos y mucho menos con él mismo.

Tiene un momento de piedad y caridad con un ciego y acto seguido se castiga  y reprocha a si mismo. Dice que la caridad es una forma hipócrita de autocomplacencia, de aligerar nuestras propias culpas sintiéndonos generosos y esto, según él, está mal. Esto me parece enormemente católico, occidental, masoca, en línea con nuestros propios complejos e identificación enfermiza con el ego.

Los budistas lo tienen claro, sentirnos bien y ser mejores a través del servicio a los otros y la compasión. Hacer el bien a otros necesariamente nos hará sentir bien a nosotros mismo y no hay nada malo en eso, pero los occidentales tendemos a asimilar el sacrificio y el esfuerzo con el dolor y el sufrimiento, como cuando la Iglesia castigaba la risa y alegría por poco virtuosas o directamente pecaminosas. El virtuoso debe ser circunspecto, rígido y poco alegre. Lo mismo pasa con nuestra tendencia a asociar lo sabio e iluminado con pobreza, la virtud del pobre y la maldad del rico. Los orientales son más sabios: se puede ser rico espiritualmente y materialmente a la vez, aunque sea poco habitual”.

Bueno, no sé muy bien porque os lo pongo aquí pero cuando estaba preparando el último post sobre la Estrada Real, releí esto en mi cuaderno y me apeteció contároslo.

Por lo que estoy leyendo últimamente de Miquel, me parece que el viaje le está cambiando mucho, y esto es cojonudo. Seguro que el Miquel que concluya la REO será un Miquel más sabio y mejor que el que escribió Un Millón de Piedras…y estoy deseando que nos lo cuente en sus libros!!!!

Ale, salud y buenos alimentos.


lunes, 16 de abril de 2012

Llegando a la Estrada Real, por el Caminho Viejo, que va a la ermita, que va a la ermita.

Los portugueses son geniales poniendo nombres. O se les va la olla exagerando (como llamar comisaria a las azafatas de avión, doctor a cualquier menda con un título de abogado, dentista o fisioterapeuta) o no se calientan la sesera y te ponen cosas como Cordeirópolis, Teresópolis o directamente Minas Gerais, minas en general, vamos, porque resultaba que estaba lleno de ídem, cuajadito de oro y diamantes hasta el punto en que la ciudad de Ouro Preto la plata llegó a valer más que el oro.

Entrando en Minas Gerais en el pueblo de Ouro Fino, tierra de buenos mozos

Durante los años locos de los descubrimientos y exploración de los territorios de Minas Gerais, Bahia y Mato Grosso se fueron creando vías de comunicación con la capital, Rio de Janeiro, y con otros puertos importantes como Paraty. Las más importantes de estas carreteras se llamaron Estradas Reales y por ellas fluyó la riqueza de esta tierra hacia Europa.
Andrelándia, donde dormimos en el post anterior, con su iglesia colonial al fondo

A la vera de estas Estradas florecieron villas y ciudades muy prósperas. Ciudades como Ouro Preto, Ouro Branco, Diamantina (¿no os dije que se mataban con los nombres?) fueron importantísimas paradas. Al igual que pasaba con los virreyes y gobernadores españoles, los Capitaes y Coroneis portugueses se peleaban a saco entre ellos por conseguir las prebendas y derechos de paso de estas rutas. A partir del siglo XVIII estalló una auténtica fiebre de oro y codicia que transformó totalmente esta tierra al colonizarse gran parte del actual Brasil.


Llegamos a la Estrada Real en el pueblo de São Lourenço, ya en Minas Gerais. Me pareció algo proverbial porque precisamente aquí tiene lugar el mayor encuentro de motos de todo Brasil, el Megacicle (www.megacycle.com.br). El pueblo está llenito de manantiales de agua, como toda esta región y de adoquines asesinos que pavimentan el suelo y te los ponen de corbata por lo resbaladizos que son (como en toda la región).

web completísima sobre la Estrada Real http://site.er.org.br/   

La Estrada está jalonada de postes como el de la foto que te indican donde estás y la distancia a la próxima localidad. En Brasil esto es una peregrinación parecida a nuestro Camino de Santiago pero con un toque histórico ya que las ciudades más viejas del país se encuentran a lo largo de la misma.


La ruta es un regalo. Curvas suaves entre cafetales, barrancos y cerros tapizados de verde. Pequeñas villas donde la peña te saluda al pasar, caipivaras que se te cruzan (esta vez no hay cabras!) y un montón de sitios donde pararte a disfrutar de la vista.


Llegamos a mediodía a una de las joyas de la corona: São João del Rey, así en español. La ciudad nació al rebufo del oro y es patrimonio histórico. Está cuidadísima y muy bien conservada como podéis ver. Es una reliquia del siglo XVIII, fundada en 1701 y epicentro de un pasaje muy sangriento de la historia brasuca: la Guerra dos Emboabas.


A finales de 1600 los bandeirantes paulistas exploraron la región de Minas Gerais y descubrieron oro a punta pala, reclamando la propiedad de estas tierras. Con la fiebre dorada empezaron a llegar miles de portugueses, pernambucanos y bahianos a quienes los paulistas llamaban despectivamente “Emboabas”, palabra tupí que puede significar peludos o extranjeros, no está muy claro el tema.


Hay que entender que estas tierras eran totalmente salvajes. No había carreteras, ni agricultura ni infraestructura. Una alqueira de harina que costaba 640 réis en São Paulo en Minas llegaba a los 43.000!!.
Tampoco había mucho sentimiento de nación. Los paulistas llamaban a los pernambucanos de “extrangeiros”, con eso os hacéis idea de como estaba el ambientillo por el 1707…hasta que pasó lo pasó, empezaron las tortas. Bandeirantes y emboabas empezaron a matarse, al principio despacito, en riñas de taberna y lupanar, después en público en plazas y campos y por último organizados en batallones que se disputaban las villas, minas y fazendas de ganado, la otra gran commodity en disputa.

puente precioso y viejuno, viejuno

No sé si fue porque el Rey quería quitarle poder a la muy influyente São Paulo pero el caso es que al final les quitó su apoyo y los paulistas fueron derrotados de modo que aquellas tierras ganaron una capitanía propia, la de Minas Gerais, que se convirtió en la más rica del imperio gracias al oro que fluyó hacia Portugal. Los Mineiros, muy listos ellos se inventaron una estupenda excusa para quedarse con más oro construyendo iglesias a cascoporro y revistiéndolas con retablos de oro, cálices y un montón de objetos áureos con la justificación de que aquello era para Dios y así el rey no podía quejarse…una putada para el pobre monarca que no podía costearse así sus cacerías de elefantes y leones en Angola.

Retablo de oro de Na. Sa. del Pilar...la Pilarica!

La guerra se acabó con la infausta matanza de 300 paulistas que se acaban de rendir bajo juramento de que se les perdonaría la vida y franquearía la retirada hasta casa. Nada más entregar las armas los pasaron a cuchillo en un lugar que se llamó desde entonces o “Rio das Mortes”. 

Estatua en honor a los Emboabas...la historia siempre la escriben los ganadores


sábado, 7 de abril de 2012

Mini REO: tras el mito del Pai Zumé y la Estrada Real portugesa


¿Qué tienen en común los Aztecas, los Incas y los indios brasileños? Pues que aparentemente tuvieron contacto con hombres blancos y barbados muchas generaciones antes de que los españoles y portugueses llegásemos tras Colón.

Los exploradores y religiosos ibéricos que tenían los primeros contactos con los indios registraron en muchos documentos historias sobre huellas de hombres blancos prehispánicos. Lo que más sorprendía eran los caballos, las armas y la tecnología, y no las barbas y pieles claras europeas.  
La serpiente de blancas barbas, Quetzalcoatl

En México recibió el nombre de Quetzalcoatl, el dios barbudo y de cabellos blancos que volvería muchos siglos después. En Perú era Viracocha, también rubio y que se fue por el mar con sus hijos. En Brasil los indios tupí le llamaban Zumé o Tumé. Era “un gran feiticeiro, blanco, barbado que vino del mar”. Dicen que les enseñó artesanía, a cultivar la mandioca y otras culturas, algo cojonudo pq hasta entonces eran recolectores y comían otras raíces menos blanditas y dulces. 
Pai Zumé...occidentalizado un poquillo
Les enseñó una nueva religión donde hablaba de amor al prójimo y esto fue su perdición ya que los Tupinambá, que eran muy belicosos y antropófagos, quisieron cargárselo pq les jorobaba el negocio de las armas y el Tupi Way of Life…quiero decir su derecho a la autodeterminación caníbal. Así que tuvo que poner pies en polvorosa y huir al Oeste, de donde dicen que vino. En su huída pasó por Paraguay y Perú, abriendo el que fue el camino mítico del Peabirú que unía el Pacífico con el Atlántico.
petroglifos atribuidos al mito del Pai Zumé

Este mito le vino de perlas a los jesuitas y otros religiosos ibéricos que castellanizaron el término tupí, Zumé, por el mucho más castizo “Tomé” o “Tomás” y…et voilá! Resultó que el apóstol Santo Tomás había venido por estas tierras a salvar almas y a prepararles el camino. Así era más fácil que aceptasen la fé católica…y es que no hay nadie más pragmático que un jesuita con una misión!

 


Hubo otros Zumé en Brasil. En el nordeste se hablaba de Mairatá, otras tribus de Maré (blanco y pelirrojo), Izú el rubio y su compañero, los Apinagé hablaban de “Kupe-kikambleg”, la tribu de los cabellos rojos.
Puede que fuesen normandos exploradores que quisieron descender de Terra Nova, o misioneros que partieron de Asia o incluso de Cabo Verde…o los mismos atlantes que construyeron las pirámides (titotatí-totí, léase con la sintonía de 5º Milénio)…os dejo con el misterio!

El caso es que hubo un explorador olvidado, el pirata inglés Knivet, quien tras escaparse de los portugueses y vivir con los indios durante largas temporadas se encontró con una tribu de rubios, altos y barbudos, “muito parecidos com holandeses” en el interior de Minas Gerais, en lo que hoy es Santo Tomé das Letras (ni carretera asfaltada encontré para llegar allí anoche!) En la misma región vivían los Aymoré, descritos por el cronista padre Simão de Vasconcellos como: “Desses aimoré alguns são tão brancos como os portugueses.” Poco después fueron exterminados como tantos otros con la llegada de los exploradores portugueses.


Por cierto que la biografía de este menda es un tesoro…vino con el pirata Lord Cavendish pero fue abandonado y atrapado por los portugueses. Se escapó y lo volvieron a atrapar y así 4 veces!!! Al final le dieron la libertad, por cansino, y regresó a su Londres natal donde publicó unas memorias desternillantes que me voy a comprar y resumiros en futuros post.
El tío fue de los primeros en usar una escafandra para recuperar cañones de un naufragio y casi no lo cuenta, vaya par!!

Anoche se abrió el cielo y cayó un diluvio. Hice puerto en Andrelándia, una ciudad con un bonito centro histórico y que está al lado de un yacimiento arquelógico precioso: la Sierra de Santo Antonio, donde hay pinturas rupestres datadas en más de 3 mil años y a las que se puede llegar fácilmente caminando…si no estuviese todo hecho un lodazal con la lluvia de anoche y yo no fuese tan vago. Para compensaros os dejo el vídeo de un compi que sí subió y lo grabó.