miércoles, 28 de agosto de 2013

Hoy igual que hace 250 años


Malditos sean nuestros malos gobernantes. Malditos porque faltan a su deber, a sus palabras. Porque nos hacen sufrir cuando lo único que queremos es paz y prosperidad. Porque para ellos ganar sus migajas nos matan, nos desahucian, nos golpean, nos ningunean, nos llaman de míseros, de inferiores, de chusma anti-sistema. Como si el simple adjetivo fuese suficiente para echarnos de la baraja siendo nosotros los naipes y la caja.

Son la misma casta hoy que en 1750. En ese año y en Madrid se reunieron los representantes de las coronas ibéricas para, una vez más, repartirse en un mapa el destino de cientos de miles de personas. 7 años antes el rey castellano había felicitado a los caciques guaraníes por su fidelidad y ayuda en sus guerras. Les condecoró y llamó de amigos pero los políticos tienen la memoria frágil y se olvidó de las décadas de vasallaje que el pueblo guaraní había profesado. Gracias a la labor misionera de los jesuitas, los guaraníes construyeron ciudades de miles de habitantes, labraban tierras y educaban a sus hijos en comunidades cristianas que pagaban impuestos y representaban los intereses del lejano rey.  Pero ahora ese “amigo” les mandaba abandonar su tierra y sus ciudades. Su Serenísima Majestad les exigía que abandonasen todos sus bienes y emigrasen al oeste del río Uruguay pues sus pueblos pertenecían ahora a la corona portuguesa, quien no reconocía la identidad de las misiones. Les obligaba a exiliarse o ir a la guerra, a propósito pues el tratado incluía la cláusula de mutuo auxilio en caso de ataque y ¿quién iba a atacar a ambos países por esas tierras? La trampa estaba servida.

La Misión se grabó allá por 1985 aquí, en las ruinas de S. Miguel

Los pormenores de la perfidia son explicados emotivamente en el espectáculo nocturno que hay cada noche en las ruinas de São Miguel. El escenario no podía ser mejor ya que con luces y sonido iluminan las ruinas que van contando la historia de las misiones y de su triste final. Difícilmente se puede evitar empatizar con la historia y os juro que no estaba muy orgulloso de mi pasaporte al acabar el show.

La Cruz de Caravaca y la catedral de S. Miguel hoy en día. Aquí es donde hacen el espectáculo cada noche

Los guaraníes eran músicos virtuosos, excelentes artesanos y raramente cometían crímenes de sangre cuando vivían en misiones, pues la comida se repartía y era abundante, eliminándose la causa de las guerras tribales. Además ahora había un proyecto que unía a las tribus: la nueva religión y el proyecto misionario alejaban el hambre, la enfermedad, la guerra y les acercaba a la Tierra sin Mal a través del evangelio…¿demasiado bueno para ser cierto? Ahora, tras más de un siglo de paz sonaban tambores militares de nuevo. Los más de 30.000 guaraníes de Misiones no se iban a quedar quietos ante el ejército luso-español que venía a echarlos de sus casas.


La Misión trata precisamente del Tratado de Madrid, donde los gobernadores portugués y español se reparten las tierras

Las fuerzas españolas eran mandadas por el gobernador de Buenos Aires, José de Andonaegui, y las portuguesas por el gobernador de San Pablo y Río de Janeiro, Gomes Freire de Andrade. Decidieron combatir juntas contra los sublevados en diciembre de 1755, quienes seguían como jefe supremo al cacique José Sepé Tiarayú. Dice la leyenda que el gobernador de Montevideo, al entrar en San Miguel exclamó: “¿Y éste es uno de los pueblos que nos mandan entregar a los portugueses? Debe de estar loca la gente de Madrid”. Tras un año sangriento, San Miguel fue tomada, el cacique Sepé y su lugarteniente muertos y el ejército guarní vencido. La población huyó a los bosques y al otro lado del río, con lo que las misiones quedaron abandonadas y nunca repobladas por los portugueses. El resultado fue la ruina el olvido de tan hermoso proyecto, el de los 7 pueblos guaraníes. Sus serenísimas majestades volvieron a darse de tortas unos años después y el siguiente rey español, Carlos III, anuló este acuerdo y en el Tratado de París de 1763 volvieron a pertenecerle, sólo que vacías y con muchas más tumbas…malditos cobardes.



Imaginad lo esplendoroso que debió de ser todo esto...

Decían los jesuitas que al Diablo no le gustaban estos pueblos porque aquí no había burocracia ni política. Una parte de los recursos eran comunes y otros privados. La iniciativa empresarial era propiciada por los jesuitas como un modo de occidentalización de los indígenas. Cuando alguien cometía un crimen era llevado al consejo local y juzgado y con el excedente de las cosechas comunes se compraba lo que no podían producir en otras ciudades…todo un ejemplo de prosperidad y paz, un ejercicio de globalización pacífica donde dos culturas en principio muy diferentes habían conseguido llegar a un consenso. Lo que los ibéricos no conseguimos por la espada y la cruz, los jesuitas lo hicieron por la música, la comunicación en su propia lengua y la persuasión cristiana.

"Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla" -  Marco Tulio Cicerón


Catedral reconstruída de Santo Ángelo, a unos 50 km de las ruinas

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