Malditos sean
nuestros malos gobernantes. Malditos porque faltan a su deber, a sus palabras. Porque
nos hacen sufrir cuando lo único que queremos es paz y prosperidad. Porque para
ellos ganar sus migajas nos matan, nos desahucian, nos golpean, nos ningunean,
nos llaman de míseros, de inferiores, de chusma anti-sistema. Como si el simple adjetivo
fuese suficiente para echarnos de la baraja siendo nosotros los naipes y la
caja.
Son la misma
casta hoy que en 1750. En ese año y en Madrid se reunieron los representantes
de las coronas ibéricas para, una vez más, repartirse en un mapa el destino de
cientos de miles de personas. 7 años antes el rey castellano había felicitado a
los caciques guaraníes por su fidelidad y ayuda en sus guerras. Les condecoró y
llamó de amigos pero los políticos tienen la memoria frágil y se olvidó de las
décadas de vasallaje que el pueblo guaraní había profesado. Gracias a la labor
misionera de los jesuitas, los guaraníes construyeron ciudades de miles de
habitantes, labraban tierras y educaban a sus hijos en comunidades cristianas
que pagaban impuestos y representaban los intereses del lejano rey. Pero ahora ese “amigo” les mandaba abandonar
su tierra y sus ciudades. Su Serenísima Majestad les exigía que abandonasen
todos sus bienes y emigrasen al oeste del río Uruguay pues sus pueblos
pertenecían ahora a la corona portuguesa, quien no reconocía la identidad de las
misiones. Les obligaba a exiliarse o ir a la guerra, a propósito pues el
tratado incluía la cláusula de mutuo auxilio en caso de ataque y ¿quién iba a
atacar a ambos países por esas tierras? La trampa estaba servida.
La Misión se grabó allá por 1985 aquí, en las ruinas de S. Miguel |
Los pormenores de la perfidia son explicados emotivamente en el espectáculo nocturno que hay cada noche en las ruinas de São Miguel. El escenario no podía ser mejor ya que con luces y sonido iluminan las ruinas que van contando la historia de las misiones y de su triste final. Difícilmente se puede evitar empatizar con la historia y os juro que no estaba muy orgulloso de mi pasaporte al acabar el show.
La Cruz de Caravaca y la catedral de S. Miguel hoy en día. Aquí es donde hacen el espectáculo cada noche |
Los guaraníes
eran músicos virtuosos, excelentes artesanos y raramente cometían crímenes de
sangre cuando vivían en misiones, pues la comida se repartía y era abundante,
eliminándose la causa de las guerras tribales. Además ahora había un proyecto
que unía a las tribus: la nueva religión y el proyecto misionario alejaban el
hambre, la enfermedad, la guerra y les acercaba a la Tierra sin Mal a través
del evangelio…¿demasiado bueno para ser cierto? Ahora, tras más de un siglo de
paz sonaban tambores militares de nuevo. Los más de 30.000 guaraníes de
Misiones no se iban a quedar quietos ante el ejército luso-español que venía a
echarlos de sus casas.
La Misión trata precisamente del Tratado de Madrid, donde los gobernadores portugués y español se reparten las tierras |
Las fuerzas
españolas eran mandadas por el gobernador de Buenos Aires, José de Andonaegui,
y las portuguesas por el gobernador de San Pablo y Río de Janeiro, Gomes Freire
de Andrade. Decidieron combatir juntas contra los sublevados en diciembre de
1755, quienes seguían como jefe supremo al cacique José Sepé Tiarayú. Dice la
leyenda que el gobernador de Montevideo, al entrar en San Miguel exclamó: “¿Y
éste es uno de los pueblos que nos mandan entregar a los portugueses? Debe de estar
loca la gente de Madrid”. Tras un año sangriento, San Miguel fue tomada, el
cacique Sepé y su lugarteniente muertos y el ejército guarní vencido. La
población huyó a los bosques y al otro lado del río, con lo que las misiones
quedaron abandonadas y nunca repobladas por los portugueses. El resultado fue
la ruina el olvido de tan hermoso proyecto, el de los 7 pueblos guaraníes. Sus
serenísimas majestades volvieron a darse de tortas unos años después y el
siguiente rey español, Carlos III, anuló este acuerdo y en el Tratado de París
de 1763 volvieron a pertenecerle, sólo que vacías y con muchas más
tumbas…malditos cobardes.
Imaginad lo esplendoroso que debió de ser todo esto... |
Decían los
jesuitas que al Diablo no le gustaban estos pueblos porque aquí no había
burocracia ni política. Una parte de los recursos eran comunes y otros privados.
La iniciativa empresarial era propiciada por los jesuitas como un modo de
occidentalización de los indígenas. Cuando alguien cometía un crimen era
llevado al consejo local y juzgado y con el excedente de las cosechas comunes
se compraba lo que no podían producir en otras ciudades…todo un ejemplo de
prosperidad y paz, un ejercicio de globalización pacífica donde dos culturas en
principio muy diferentes habían conseguido llegar a un consenso. Lo que los
ibéricos no conseguimos por la espada y la cruz, los jesuitas lo hicieron por
la música, la comunicación en su propia lengua y la persuasión cristiana.
"Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla" - Marco Tulio Cicerón
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Magnífica entrada. Un saludo,
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