lunes, 17 de septiembre de 2012

Mambrú se fue a la guerra e Iñaki al Canadá a cazar ballenas


Creo que estamos evolucionando, mejorando despacito como especie. Aunque al ver la tele no lo parezca, cuando comparas y estudias nuestra historia sí que veo una tendencia positiva: cada vez hay menos tribus y más una raza, la humana. Cuanto más viajamos menos vemos a los demás como “los otros” y más como “nosotros”. Nos matamos menos, vivimos más, somos más tolerantes que hace cien años , pese a que a los políticos y poderosos esto les venga fatal porque nos hace más críticos y difíciles de manipular. Por eso intentan inyectarnos su veneno, el miedo. Porque un pueblo con miedo es un pueblo manejable. Nada mejor que un enemigo invisible, intangible para justificar el abuso, la renuncia a nuestros derechos y que nos entreguemos como ovejitas mansas a nuestros pastores de corbata de seda, sotana o bata blanca.

Os suelto este rollo porque voy a daros un ejemplo de como éramos y como hemos mejorado: la caza hasta la casi extinción de los más maravillosos seres marinos que pueblan el planeta: las ballenas.
El origen de la caza masiva en el Atlántico no está en los portugueses de las Islas Azores, como parece creer mucha gente, sino en las costas de Vizcaya, donde se practica desde hace casi mil años (hay registros del 1150 que muestran que ya cazaban ballenas francas boreales en esa época).

Ballenas en los escudos de diversas poblaciones vascas

En el XVII los vascos se aventuraban por todo el Atlántico Norte persiguiendo las cada vez más raras ballenas francas debido a que eran las que más grasa tenían y especialmente fáciles de matar. Llegaron a establecer asentamientos en las costas de Canadá, como el de Red Bay, donde excavaciones arqueológicas encontraron los barracones que procesaban la grasa de los pobres bichos y que hoy está en un parque nacional protegido con un pequeño museo…estas son las cosas que nos ponen cachondos a Miquel Silvestre y a mi. Sólo esto bien vale una ruta Panamericana desde Brasil en moto!!!


Pero hablemos de la grasa, la maldición y la salvación de nuestras cetácicas amigas. Otra vez la misma historia, la depredación y exterminio de un pueblo para poder expoliar los recursos naturales. Es lo mismo que pasa en el Sáhara, Nigeria, Venezuela, Bolivia, Amazonas…tú pones el nombre.
Era esta rica grasa la causa de que fueran (y son todavía) cazadas sin tregua. Cada animal significaba cientos de quilos de grasa estupenda que servía para alumbrar las calles de una Europa que se sabía el centro del Mundo y que trataba a éste como si de facto le perteneciese.

Los hornos que se usaron durante 200 años para derretir la grasa...están en el mismo sitio desde entonces

En Euskadi, los vizcaínos inventaron un método para derretir y procesar la grasa a bordo. Esto significó que su radio de acción se transformó en…the entire f*cking world! Pobres ballenicas. Los vascos, que para eso de los hornos y la ingeniería siempre han tenido mucho arte, inventaron unos autoclaves montados sobre ladrillos de cerámica especialmente aislante que podían ir en la cubierta y procesar toooooda esa grasa en un pispás.

Las majestuosas Ballenas Francas se pueden ver desde la playa en esta época

Los grabados y pinturas de la época son terriblemente realistas. Los animales eran arponeados a mano y con cañones. Muertos o agonizantes, eran llevados al costado del barco y despedazados. Aunque la grasa era el objetivo principal, los dientes o barbacanas que filtraban el agua también eran cotizados por las damas bien que hacían corsés y otros artículos finos con ellos. Era tal la depredación que la carne se tiraba al mar pues no daban abasto para comerla.

Cañón y arpones usados para la caza, todo en el museo de Imbituba

En Brasil la caza fue especialmente activa. Las madres venían a dar a luz y criar a sus ballenatos a las tibias playas del sur y de Uruguay, de corrientes suaves y abundantes comida. La hijaputez del ingenio humano alcanzó nuevas cotas cuando los balleneros descubrieron que las madres de ballena franca no abandonaban nunca a sus crías y que si mataban o malherían a esta primeramente, la madre tarde o temprano saldría el fondo junto a su bebé, rabiosa y totalmente vulnerable pues la estaban esperando con toda la artillería lista. Era tan bestia esta manera de cazarlas que desencadenó cierta controversia y crítica por parte de la intelectualidad brasileña. 
Y aquí os presento a nuestro héroe de la jornada: Dom José Bonifacio de Andrada e Silva, quien en 1790 escribió en primer manifiesto en contra de la caza indiscriminada y en particular sobre los métodos insostenibles usados por yanquis y brasileños que abusaban de la pólvora y de la técnica de matar a los ballenatos primero. En un texto amoroso, técnico y ambientalista, su “Memória sobre a pesca das baleas, e extração do seu azeite” critica y condena a los balleneros industriales.


Si vemos como estamos hoy en día, como casi todo el mundo respeta y entiende que estos grandes seres merecen nuestro amor y ayuda, como hay programas de protección para las ballenas por todo el mundo, viendo esto nos damos cuenta de que sí hemos evolucionado, de que somos mejores y que hay esperanza. Apenas cuatro colgados supersticiosos e inconscientes cazan hoy ballenas…huy, perdón que lo de los islandeses, noruegos y japoneses es por fines científicos. Claro hombre, y lo de los toros lanceados y las cabras tiradas desde el campanario es cultura!

Panda de paletos cromañones, meteros vuestras lanzas y "honor" por todo el ojete!
Firmado, Volante (RIP)


Otra cosa genial de esta tierra es que las madres están durante toda la temporada de amamantamiento cerca de la costa. ¡¡Las familias se ven desde la costa!! Con unos prismáticos podemos ver las marcas blancas que los piojos marinos forman y que identifican a cada individuo. O sea que a lo tonto desde julio hasta octubre podéis disfrutar de un espectáculo grandioso y gratis por toda la costa desde Florianópolis hasta casi Argentina.


Uno de los mejores lugares es Imbituba, pueblo donde está el Museu Baleia Franca en una antigua fábrica ballenera. Hasta el 73 estuvo operando macabra y apestosamente ya que Imbituba fue uno de los principales puntos balleneros del Atlántico. Tras la prohibición fue abandonado pero sus dos centenarios hornos (los de la foto de arriba) donde procesaban la grasa siguen en el mismo sitio, recuperados por la fantástica gente del Proyecto Baleia Franca en el museo.



Todo lo que os he contado lo podéis encontrar en sus instalaciones. Además os invitarán al Centro de Observación de Ballenas que está a unos pocos quilómetros y donde los estudiantes monitoran y protegen a nuestras amiguitas. Os prestarán unos prismáticos y os educarán sobre como identificar a las madres e hijos, sus juegos, sus costumbres y todo eso con el cariño y el entusiasmo que sólo un estudiante de 5º de Biología le puede echar a la vida. 

la chavalada estudiante que participa del Projeto Baleia Franca

En serio, es un momento Satori el estar helado por el viento y feliz con tus prismáticos esperando que una aleta negra gigantesca salga del agua y chapotee o un enorme chorro de vapor y agua te dibuje una columna de cuatro metros….me imagino a las ballenas hablando de nosotros: “has visto a esos monos sin pelo de la superficie? Están locos, en lugar de ir nadando van en esas tablas ruidosas y que huelen raro, pero me parto con los grititos que dan, me recuerdan a los latosos de los delfines”.

Congelado y feliz de poder estar ahí

Para terminar, un poco de logística. En lugar de quedaros en Imbituba, la ciudad, mejor quedaos en las playas cercanas donde encontraréis pousadas estupendas de muchos precios. Nosotros nos quedamos en Barra de Ibiraquera en la vera de la playa y junto a la entrada a una laguna salada gigantesca. 


Si vais con tiempo y pareja podéis alquilaros una tabla, una piragua y daros un pirulo por los pequeños y románticos manglares…ya me entendéis J Otro lugar estupendo es la Praia do Rosa. Más hippy-pija, en verano se llena pero todavía tiene un toque ecológico que mola. En temporada alta podéis esperaros de 150 a 250 reales por día. En baja temporada por 70-100 reales tenéis infinitas alternativas.


Podéis cenar estupendísimamente en el restaurante Tartaruga. Especialidad en camarones, pescados y unos muses caseros de maracujá y chocolate que son ambrosía pura. Yo os recomiendo que os los comáis después en la arena de la playa, mirando al mar y dejándoos llevar por la imaginación y las endorfinas azucaradas. 

El Tartaruga. La cerveza es sin conservantes, artesana y de tradición alemana.
Os dejo con un vídeo de un pequeño encuentro de unos domingueros con mamá e hijito ballena.


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