El último día cruzamos hasta el Caminho Novo para iniciar el descenso
hacia Rio. Desde Barbacena hasta la capital, la Estrada original fue sustituida
por una autopista estupenda con unas vistas acojonantes. Es todo bajada por la
sierra hasta unos 80 km de Rio, con barrancos, cerros y valles que nos
alegraron la tarde mientras acelerábamos y tumbábamos después de varios días de
carreteras secundarias.
Comenzábamos a aburrirnos cuando se nos ocurrió una gilipollez inspirada
en las locuras de Miquel Silvestre: salirnos de la carretera y meternos por una
cuesta que iba paralela al barranco cuando…et voilá! Nos dimos de frente con un
espectáculo magnífico, una pequeña jungla tupida, espesa, atravesada por un
riachuelo en el más total de los silencios. Y todo a apenas un kilómetro de la
autopista Washinton Luiz!! De nuevo un momento Satori. Estos encuentros no son
casualidad, nosotros los creamos.
Después de disfrutar del Satori seguimos hacia nuestro siguiente
destino, la ciudad de Petrópolis, que da nombre a este post. Petrópolis
significa “la ciudad de Pedro” (¿qué os dije de los portugueses poniendo
nombres?) Eso se debe a que fue construida por Dom Pedro, Rey de Portugal en el
año 1843. Don Pedro, que era un gran político de su época, salió por patas de
Portugal en el 1807 junto con su padre el Emperador Dom João, dejando que sus
súbditos se la pelasen luchando contra las tropas napoleónicas.
Preocupado con ellos, cuando llegó a Rio de Janeiro se dedicó a
construirse palacios y residencias para él y su corte. Esto es de agradecer
porque Rio de Janeiro está cuajado de estos edificios singulares. Como su séquito
sufría mucho con el calor de la capi, decidió fundar una residencia de verano
en la sierra y de ahí surgió Petrópolis.
Dom Pedro, como todos los monarcas, muy preocupado con el bienestar de su pueblo, huyó de su país dejándolo en manos de Napoleón |
http://noticias.terra.com.br/brasil/noticias/0,,OI4885782-EI17544,00-Chuvas+fortes+provocam+mortes+na+regiao+serrana+do+RJ.html |
La sierra desde Petrópolis hasta Rio de Janeiro es una bacanal de
curvas y vistas kilométricas de apenas 100 km. La niebla normalmente cubre
buena parte así que es mejor andaros con cien ojos si no queréis que un
camionero sin dormir o un coche sin frenos os pasen por encima…aunque vale la
pena cada minuto de tensión por poder contemplar estas vistas.